sábado, 24 de abril de 2010

Nuestras Ambiciones



NUESTRAS AMBICIONES

Con la memoria, recorriendo el pasado, he llegado a darme cuenta de lo fuerte que son las ambiciones en el ser humano.

Afortunadamente no todos tenemos ambiciones muy elevadas, creo que cada uno se fija sus metas en base a lo que cree son sus posibilidades.
Fijamos objetivos a lograr y plazos de tiempo para ese logro. No obstante, hay quienes se fijan unas metas desproporcionadas y en un corto plazo. Esta situación de no ver la realidad, de querer dar el paso más largo de lo que nos permiten nuestros pantalones –hombres y mujeres los usamos por igual- o bien ven frustrados sus intenciones o, lo que lamentablemente es más frecuente hoy en día, llegan a lograr el objetivo “pisando cabezas” dejando, tras de si, el camino recorrido lleno de damnificados.

El Mundo en que vivimos hoy es así, consumista, ostentoso, envidioso, súper competitivo.

No es común que alguien se ponga contento con el logro del vecino, del compañero, no importando los esfuerzos que, dicho logro, le puede haber costado. Esfuerzo personal, horas de trabajo, privaciones, estudio, esfuerzo de sus familiares y “amigos” apoyándolo incondicionalmente en todo momento.
Es de persona muy valiente el reconocer las ayudas que se han recibido para lograr un objetivo, ver satisfecha una ambición personal.

También encontramos aquellos a los que se les asigna un cargo por el solo hecho de ser manejables; los denominados “idiotas útiles” que, lamentablemente, se creen que ocupan el cargo por merito propio, por su capacidad; sea laboral y/o intelectual.
Hay muchos que se creen que llegaron a su meta sin la ayuda de nadie. Así es que encontramos gente que ocupa ciertos puestos, para los cuales, no esta capacitado mientras hay otros que, con mucha más capacidad, siguen remando para llegar –lento pero seguro– a su objetivo.

No faltan aquellos que se valen de los –tan mentados hoy en día– “lobbys” para llegar; que trabajan por detrás –entre bambalinas– hablándole al oído a uno y a otro, tejiendo una trama. Llegando, muchas veces, a desprestigiar a sus circunstanciales contrincantes, haciendo promesas que después no se cumplirán.

Otro recurren al poder del dinero, con el compran todo, sobre todo, votos para ocupar el cargo que ambicionan.
Con el dinero se puede comprar una almohada, pero no el sueño.

Las ambiciones van aparejadas a la dimensión que tenga el “ego” de cada uno y las herramientas para verlas satisfechas son escogidas de acuerdo a la formación que tenga cada uno.

Formación como persona, como ser humano.
El titulo de Señor o de Señora, cuesta mucho tiempo conseguirlo, pero bastan unos instantes para perderlo.
No obstante, a muchos se les llama Señor o Señora, sin evaluar si le corresponde o no, de una forma meramente protocolar y con esto, ellos se ven satisfechos, reconocidos.

Son aquellos que tienen “amigos” donde vayan. Lo que hace que se crean Dios. Si, son como Dios, están en todos lados pero nadie los puede ver.
Son oídos, pero no escuchados, son tolerados, pero no aceptados, son soportados, pero no queridos.

Es muy difícil cada noche hacer un balance imparcial de lo hecho durante el día y de darnos cuenta lo que debemos modificar, corregir, para ser un poquito mejores el día siguiente.

Debemos sacarle provecho a las experiencias, propias y ajenas, buenas y malas, para tratar de lograr nuestras ambiciones de la manera mas digna posible. Agradecer a aquellos que nos han ayudado, de una u otra forma, dentro de sus posibilidades.
Y para con los que nos dieron la posibilidad de ayudarles, no ser arrogantes, ni soberbios. Haberlo hecho de corazón y con todo el esfuerzo que podamos.
Para ser merecedores, realmente, de ser llamados Señor o Señora, de poder ir por la calle y estar en cualquier lugar con la cabeza bien alta, sin que nadie este “cuchichiando” por detrás, ventilando las malas acciones cometidas.

No es tan difícil. Recuerdo, todavía, cuando para sellar un acuerdo entre dos o mas personas, solo bastaba darse la mano.
La palabra comprometida era la palabra de Honor, que involucraba el honor del que la daba, así como también el de su familia y amigos.
Esos años han pasado, nunca “tiempo pasado fue mejor”, pero deberíamos capitalizar esas experiencias.

Como mi ambición, no es la de ser escritor y mucho menos filosofo, con el ferviente deseo de que cada uno tenga las ambiciones –porque si, hay que tener ambiciones– acorde a sus posibilidades y sus tiempos, me despido de Ustedes hasta una próxima nota; no sin antes agradecer a todos aquellos que, de una u otra forma, me ayudaron, me ayudan y me ayudaran en cada paso de mi vida terrenal.

Cordialmente.
K - CFA

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