miércoles, 21 de abril de 2010

La Divinidad




LA DIVINIDAD

La Divinidad no es un Dios, porque no es una persona imaginaria, sobrehumana, sobrenatural, todopoderosa y creadora.
La Divinidad es la cualidad esencial que determina el carácter divino en cualquier objeto de la realidad.
La divinidad se puede conocer directamente por medio de nuestros sentidos a través del conjunto de propiedades, fenómenos y procesos con los que se manifiesta y además indirectamente a través de sus rasgos esenciales y determinantes por medio del pensamiento racional que se desarrolla a partir del conocimiento sensorial.
La Naturaleza es divina.
Por ser su propia causa y el primer principio de todo cuanto existe.
Por ser omnímoda, eterna e infinita.
Por ser completa en si misma y perfecta en cada momento.
Por la Majestad, la Verdad y la Sabiduría así como la Justicia, las Riquezas y la Energía que atesora.
Por el inmenso e inexorable poder de sus Leyes y su maravillosa existencia material.
Por la fascinante belleza de todas sus creaciones incluyendo la vida y las diferentes especies.
Por la armónica disposición y eterno movimiento de todo lo que en ella se encuentra.
Por el asombroso orden, exactitud y cronología de todo lo que en ella ocurre.
Por hacerse realidad ontológica en todos los seres que pueblan el universo.
La naturaleza humana es divina.
Por las exclusivas y superiores necesidades así como los más puros sentimientos con que ellas se expresan.
Por la extraordinaria capacidad que posee de conocer la realidad y de actuar sobre ella.
Por devenir en la conciencia de cada individuo como una persona inefable de la cual no puede apartarse, que le impone códigos de conducta, le aprueba o desaprueba, premia o sanciona, todo lo que siente, piensa, dice y hace y como un ser numinoso que le inspira: ideales, valores, deberes, derechos y virtudes.
Rindámosle culto a la Naturaleza por ser divina así como homenaje de gratitud, porque de ella procedemos y estamos hechos; porque de ella obtenemos todo lo indispensable para vivir y porque ella, inevitablemente, habrá de acogernos, al término de nuestros días.
Rindámosle culto también a todos los que desarrollaron y perfeccionaron por si mismos, su naturaleza divina y alcanzaron por ello la condición de paradigma, digno de admiración e imitación y después de su muerte, de veneración eterna.
Rindámosle homenaje de gratitud a todos los que inspirados por su propia naturaleza divina nos dieron amor y cuidados y lucharon por una sociedad y un mundo mejor para todos aquí y ahora.
Rindámosle también homenaje de gratitud a nuestra propia naturaleza divina por su permanente asistencia, en el proyecto de disfrutar una vida virtuosa y plena de felicidad.
Jorge Fernández Costa
M.·. M.·.
Cuba, abril 2010.

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